Ser campeones en el agua y tenerle fobia: el caso de Federica Pellegrini
- Margherita Massaiu
- 25 feb 2018
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 1 may 2018
Con ocasión de las olimpiadas de Londres 2012 salió en la prensa italiana una entrevista a Federica Pellegrini, nadadora italiana especialista en 200 y 400 metros libres, campeona olímpica en los 200 metros libres en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 con un nuevo récord mundial de 1:54.82 y oro en muchas competiciones de nivel internacional.
De la clase del ’88, en el mundo del deporte la describen como una persona carismática y con mucho carácter. Ella sin embargo se define determinada, perfeccionista, tímida y…frágil. En la entrevista cuenta con sencillez y cierta dosis de transparencia de una de las fobias que la obsesionan desde cuando era pequeña: “Tengo miedo a nadar en el mar. Tengo miedo a las aguas profundas. (…) Para mí lo más importante es no saber que bajo mis pies no hay nada, en caso contrario explota el miedo, la fobia”.

Curioso. Una campeona mundial de natación, con miedo a nadar. No en la piscina, eso sí. En el mar.
Así explica su miedo al mar en una de sus cartas publicadas en el libro “Mamá, puedo hacerme el piercing?”, pregunta que hizo a su madre tras volver de los mundiales de Melbourne y establecer otro de sus numerosos records:
“No te lo creerás pero en este momento estoy en la playa de Ibiza. (…) Aquí no hago nada más que bailar y bailar y bailar. Te lo he dicho muchas veces, para mí la música lo es todo. Y esta isla es mi isla. Hacer todo sin tener horarios establecidos, sin reglas. Bailar y bailar y bailar, incluso hasta las 8 de la madrugada… Bailar mientras amanece. Las discotecas me llaman y yo no puedo resistir. En la pista puedes ser tú mismo. Puedes hacer lo que te da la gana. Puedes dejar que te lleve el ritmo, aislarte del mundo que te rodea. Para quien vive con la pesadilla del cronómetro, escapar del control de los horarios es lo máximo en la vida. Estoy bien, me siento guapa. Satisfecha. Feliz. Tras todas las competiciones de los últimos meses lo que necesitaba era justamente una pausa.
(…) Ayer me bañé. Estás sorprendida, ¿verdad? Vale, vale, no pienses nada excepcional. Nadé cerca de la orilla, donde el agua está bajita y se puede ver el fondo. Afortunadamente no te puedo ver ahora mismo: me imagino las risas que te estarás echando. ¿Te parece tan ridículo que una campeona de natación tenga miedo a nadar en el mar? Aquí el agua es súper transparente. Me acordé de las Seychelles, cuando fuimos con el equipo. Recuerdo el color del mar, de la playa, del amanecer y del atardecer. Días inolvidables. Pero…que miedo. Nos obligaron a nadar en mar abierto. Los entrenadores nos seguían con su barco. Ellos saben de mi miedo. Me han dejado ir igualmente. Buscaba nadar en grupo, no quería quedarme sola. Tras un ratito me quedé más tranquila: en el agua se veían unos pececitos. Casi simpáticos. El fondo se hacía cada vez más azul. Más oscuro. La playa se alejaba. Empezaba a sentir los nervios. Empecé a pensar que no estaba sola, que solo era una paranoia mía, que no estábamos en la peli de Tiburón. Estaba en la línea de Luca cuando de repente él se para. Paralizado. Me agarré a su pierna. Fuerte, muy fuerte. No podía parar de mirar a un marlín, un pequeño pez espada que se cruzaba con nosotros. Se me heló la sangre. No podía respirar casi. No grité solo para quedar bien con mis compañeros. Pero que miedo. ¡Y que nadie me venga a contar que en el mar no hay problemas!”
Muchas personas acuden a consulta pidiendo ayuda para superar un miedo que reconocen como incontrolable, excesivo e incluso irracional. Mantienen el contacto con la realidad, pero sin embargo experimentan una ansiedad desproporcionada e incontrolable siempre y cuando se encuentren frente a un objeto o situación a la que tienen miedo. Utilizando el lenguaje de la psiquiatría, sufren de lo que se llama “fobia específica” , incluyéndola en la categoría más amplia de “Trastornos de Ansiedad”, algo que parece tener una presencia cada vez más significativa en el mundo occidental y que es una de las causas más frecuentes de consulta en Atención Primaria.
El término ansiedad deriva del latín “anxia”, que indica una condición de agitación y preocupación caracterizada por una sensación de peligro sin una causa bien definida. En algunos casos puede ser una reacción funcional ante la necesidad de enfrentarse a una posible amenaza en cuanto nos permite estar alerta y ser reactivos, nos predispone a la acción. Es una emoción, en sí, útil. El problema nace cuando se presenta en ausencia de amenaza o peligro evidente, con lo cual la persona encuentra una enorme dificultad en gestionarla y ve afectada de manera más o menos grave su equilibrio y/o funcionamiento social.
La sintomatología de la ansiedad tiene varios significados para cada y una de las personas que la experimenta: cada uno de nosotros, tiene su propia personal y única manera de reaccionar frente a los miedos. Con la experiencia, a menudo aprendemos que nuestra manera de reaccionar a ellos funciona, nos permite predecir que si actuamos de una cierta manera podremos enfrentarnos eficazmente a una u otra situación problemática. Estaremos a salvo. Hay otras en las que, al contrario, una sensación de impotencia puede sobrepasarnos y al contrario experimentamos una sensación de pérdida de control y de confianza totales. En algunos casos puede pasar que sentamos perder cualquier capacidad de reacción y vemos reducida o incluso anulada la percepción de que tenemos un poder o una responsabilidad sobre nuestras acciones en el aquí y ahora.
Síntomas cognitivos, afectivos, comportamentales y fisiológicos caracterizan este estado. En el caso de la Pellegrini, y más en general de la fobia específica, esta reacción está relacionada con un objeto o situación y la reacción más natural es la evitación: la persona trata de estar como a una “distancia de seguridad” de la fuente de ansiedad y es así que consigue mantener un control sobre ella.
La ansiedad, en sí, y el miedo, no son patológicos. A tal propósito, es interesante recordar como dentro de la teoría de los constructos personales de Kelly, la ansiedad se considera una “transición”, es decir, es la toma de conciencia de que los eventos a los que nos enfrentamos están de alguna manera fuera de nuestro sistema para poder predecir lo que pasará, para anticiparnos a ellos. Puede ocurrirle a un estudiante bien preparado ante un control, que no sabe qué le preguntarán, o a una persona enferma que espera el éxito en un examen. Es un poco como encontrarse por primera vez en una ciudad desconocida y no tener un mapa ni otro punto de referencia: tenemos que pedir informaciones, explorar, movernos. Sentimos como una fuerza que nos empuja hacia lo nuevo…o al vacío.

Por eso, la ansiedad es un indicador de movimiento. Movimiento que se puede parar cuando sentimos que implica a muchas áreas de nuestra existencia a la vez y que nos puede llevar a un bloqueo defensivo: la persona sigue respondiendo a los eventos de la misma manera, a pesar de las invalidaciones que ha recibido y se siente perdida, no sigue explorando, no se mueve de donde está. Parece actuar dando la razón al famoso refrán “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Hay casos, muchos, en los que podemos evitar fácilmente una situación incómoda o que incluso nos da pánico, sin que esto tenga especiales repercusiones en nuestra vida personal, social y laboral: la fuente de sufrimiento está bajo control y “funcionamos”. Pero cuando, por ejemplo, la persona no puede ir al trabajo porque le da pánico subirse al coche o es incapaz de dormir sola en casa y su familia tiene que turnarse para hacerle compañía, está claro que el bienestar de aquella persona y posiblemente de quién la rodea, están seriamente afectados, y quizá sea el momento de pedir la ayuda de un profesional para salir de ese bucle.
Por otro lado, es importante tener en cuenta que las fobias siempre tienen una componente de repulsión y atracción, más o menos consciente, hacia el objeto temido. El caso de Federica Pellegrini es un ejemplo muy claro de esto: nos puede llamar mucho la atención la manera en la que cambian sus sentimientos dentro la piscina o en el medio del mar. Sabe nadar perfectamente, así como la persona que ya no puede ir al trabajo en coche sabe conducir, pero esto no le sirve.
¿Cómo es posible?
Cualquier objeto y situación temida es de alguna manera representativo de aspectos internos e íntimos de cada uno de nosotros y que vivimos con cierto miedo o angustia. Puede ser un conflicto no superado, un aspecto propio que no aceptamos, algo de lo que difícilmente somos del todo conscientes. En un momento dado la angustia que nos genera necesita salir y este miedo, incontrolable, viene de alguna manera proyectado al exterior para que nos resulte más controlable y menos amenazante, reduciendo así la ansiedad y la angustia.
Frente a esta situación, la persona sí que puede pasar a la acción y reacciona defendiéndose. Se trata de una reacción en principio sana y comprensible: frente a una amenaza, intentamos mantener nuestro estatus quo, nuestra identidad, nuestra integridad.
Las estrategias defensivas más frecuentes cuando se trata de fobias específicas, son tres: el desplazamiento, la proyección y la evitación:
Desplazamiento
Es un mecanismo de defensa en el que de forma inconsciente redirige algunas emociones de un objeto o situación que se percibimos como peligrosa a otra que se consideramos más aceptable. En otras palabras, desviamos algún sentimiento de su fuente original a un objeto sustituto, un poco como hace un niño enfadado con su madre cuando tira al suelo todos los juegos o, en casos más graves, cuando una persona vuelve frustrada del trabajo y descarga toda su ira estableciendo discusiones acaloradas con sus familiares. Este mecanismo es más frecuente con la ira, y más en general nos permite expresar nuestras emociones inaceptables y cargas de angustia sobre situaciones u objetos simbólicos capaces de recibirlas, creándonos menor ansiedad y sentimientos de culpa según las situaciones.
Proyección
Se puede considerar un tipo de desplazamiento. Es el mecanismo de defensa por el cual ideas dolorosas o sentimientos inaceptables son proyectadas de dentro hacia fuera para caracterizar personas o cosas cercanas que el individuo siente como ajenas. Se concreta en la tendencia a ver en los demás deseos y sentimientos que en realidad sentimos nosotros. De esta forma, ellos siguen estando allí pero no nos pertenecen. El típico ejemplo es el del estafador que está convencido de que todo el mundo le tiende trampas.
Evitación
Consiste en evitar y negarse a enfrentar situaciones determinadas que nos resultan desagradables y consideramos nos expongan a sentimientos negativos (ridículo, culpa, soledad, etc.). La puesta en marcha de conductas evitativas de situaciones u objetos temidos puede llegar a tener consecuencias muy serias para el funcionamiento personal, social y laboral de la persona: quien teme coger coche y vive en la periferia puede llegar a no salir de casa, quien tiene miedo a los insectos puede llegar a evitar las vacaciones con su familia en la casa de la playa, etc. Es importante valorar en qué medida estas conductas afectan a nuestra vida diaria y, de alguna manera, empobrecen nuestro campo experiencial y vital.
En el caso de la Pellegrini, no parece haber unas consecuencias invalidantes en su evitación del mar. Pero podríamos dar una lectura posible - y sin pretensiones - de su fobia a las aguas profundas: podría estar como base una actitud ambivalente hacia la presión por la competición, el miedo al fracaso y cierta aversión hacia los cronómetros y al control obsesivo para dar el máximo, como ella misma admite. Con estas premisas, y teniendo en cuenta su brillante carrera en el agua (y su estrecha relación con ella), no nos resulta tan raro que haya “elegido” justamente el mar como objeto de estos sentimientos y emociones. Es como si el agua, elemento de vida, asuma las dos formas atractivas y repulsivas en la piscina y en el mar abierto. Mismo elemento, dos polos: el agua “buena” y el agua “mala”. La primera, la de la piscina, es la que no se puede evitar y, sobre todo, no está permitido odiar ni mucho menos tenerle miedo: es su razón de vida. La segunda, la del mar, es la que se puede permitir quedarse sin Federica nadando, dejando que hipnotice a sus fans y al mundo entero frente a sus extraordinarias performances.
FALABELLA, M. (2005) ABC della psicopatologia. Esplorazione, individuazione e cura dei disturbi mentali, Ma. Gi.
G.A. KELLY (2001) Psicología de los constructos personales, Paidos Ibérica.
L.D. REGAZZO (2010) Ansia, che fare? Prevenzione, farmacoterapia e psicoterapia, CLEUP.
PELLEGRINI, F. (2007) Mamma, posso farmi il piercing?, Fabbri Editori.
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